domingo, 25 de noviembre de 2007
Las violencias invisibles
El parto es un hito en la vida de una mujer que le otorga un sentido de poder extraordinario, aunque no siempre se vive de esta manera. En muchas oportunidades ese sentimiento es inexistente o se encuentra disminuido por la forma en que se desarrollan las diferentes situaciones que comprometen a la experiencia.
Hay mujeres que “eligen” ser paridas a parir, en el sentido de perder las riendas de la situación en la que ellas deberían ser las protagonistas; allí este proceso comienza a violentarse, a ir en contra de lo natural, del modo consecuente del equilibrio de la mujer consigo misma. Esta vivencia tan particular repercutirá sobre la salud física y emocional de la madre y el niñ@.
En nuestra cultura el parto, que es un hecho espontáneo, se ha convertido en antinatural y comercial. Todo se basa en el control y las diversas ofertas (de distinto tipo) en donde la mujer paulatinamente va perdiendo su propio saber ancestral dando lugar al miedo y la inseguridad. Cuanto más despersonalizada y fuera de contacto consigo misma está, queda más sometida a elementos ajenos para afirmarse y buscar seguridad. Así se genera un círculo vicioso: cuanto más temor y desconocimiento sobre sus emociones, mayor distancia con las sensaciones del bebé que se altera y llora. Más angustia de la mamá que no entiende que le pasa y siente dudas, creyendo que no sabe comprender a su bebé. Y así una y otra vez se vuelve a iniciar el ciclo.
Las mujeres, metidas en la vorágine, el crecimiento laboral y personal, cuando decidimos ser mamás, ponemos este proyecto como uno más en el resolver instantáneamente. Todo tiempo en la búsqueda de un hijo parece mucho y sin darnos cuenta que esos tiempos de espera son los que nos conectan con la realidad de la crianza, con la calidad y cantidad de tiempo que precisan los niñ@s para su desarrollo, con el ritmo del maternar.
Entre las actividades que realiza una embarazada están los ejercicios de preparación física para el parto. Así como es muy importante el cuidado corporal, es indispensable que la madre esté en contacto con sus sensaciones, procesando los distintos cambios que se van produciendo para cerrar la etapa del embarazo y abrirse al parto, como un hecho del corazón, como algo sagrado, en donde el cuerpo no debe ser capturado por formalismos sino donde exista la posibilidad de expresión, en el hacer, en el decir, en el sentir.
¿Por qué hablamos de violencias invisibles?
Porque toda experiencia sin suficiente apoyo y sostén es violenta, actúa en contra de las necesidades básicas: es la violencia del desamparo. Un bebé precisa al adulto para sobrevivir. La mamá necesita un espacio para sus proyectos, sino se ve invadida por un sentimiento de postergación: o siente que se posterga como persona y/o trabajadora, o que relega al bebé. Y el papá también busca su lugar en la relación de protección y cuidado del pequeño y acompañando a su mujer en la tarea de maternar.
Cuando un bebé no se siente contenido, amamantado, acunado, ‘aupado’ en una continuidad con el calor y el movimiento de mecer del vientre materno, experimenta un mundo frío, inhóspito sin confianza. Se altera, llora, se expresa con su cuerpo, muchas veces, a través de múltiples enfermedades corporales que se repiten.
En los partos donde la madre y el bebé no son tratados en forma amorosa o existe una sensación de sufrimiento excesiva la relación madre- hijo puede verse afectada. Si no son atendidas las necesidades de esta díada inducimos a perpetuar dinámicas violentas que se expresan, según Laura Gutman bajo cuatro formas básicas: violencia hacia afuera (destruyo al otro), violencia pasiva (el otro me destruye, personas ‘víctimas’ ), violencia hacia dentro (me autodestruyo: enfermedades, debilidades) y devorarlo todo (adicciones). Estas formas se consolidan en violencias individuales y sociales.
¿Qué podemos hacer para mejorar los espacios de sostén?
Darnos la oportunidad de desarrollar comportamientos saludables en dirección a un cambio de actitud comprometido con un proceso de salud integral.
Si está presente el conflicto entre la madre y su pareja o entre ella y el personal sanitario o incluso con ella misma (frustración, culpa, depresión) podría presentarse un impacto negativo sobre el bebé. Por eso es necesario consultar si hay vivencias de estas características, con profesionales que nos orienten.
Confiar en los elementos que nos da la propia naturaleza o la experiencia de aprendizaje que podamos realizar en diferentes aspectos de nuestra vida, alimentando nuestro potencial en diferentes áreas:
yo sé
yo hago
yo siento
yo y los otros
yo puedo
Conversar profundamente con la pareja sobre los roles y la colaboración real. A veces la mujer imagina que el hombre la ayudará pero esto no se habló nunca y en el momento de resolver situaciones se encuentra sola.
Siempre estamos a tiempo de reparar y encontrarnos con nosotras mismas y nuestros hij@s, mejorar la calidad del tiempo compartido, revisar nuestras experiencias anteriores y modificar las que fueron negativas.
Podemos buscar ayuda en lecturas, espacios de reflexión, grupos de pares, de pre y post parto (si se está atravesando la experiencia de puerperio o primer año de vida) o psicoterapia.
Hoy ganamos mayor protagonismo de los padres, que se han convertido en compañeros y cumplen también la importante función de paternar. Pero la mujer que pierde el contacto con sigo misma no encuentra una red que la sostenga en la tarea de amparar a su bebé. Esta función era realizada, en la antigüedad, por las mujeres de la familia: madre, comadronas, abuelas, que estaban alrededor de la mujer ayudándola a parir, maternar y cuidar.
Frente a una sociedad que gira cada vez mas rápido, los tiempos de reflexión y pensar se diluyen y son cada vez más difíciles de encontrar. Ganamos algunas cosas perdemos otras.
Lo importante es encontrar ese equilibrio que nos permita elegir cómo queremos vivir, cuáles son nuestros valores y que nos acerca al bienestar. Si encontramos ese espacio para nosotros podremos seguramente transmitirlo a nuestros hij@s y brindarle ese lugar de confianza y seguridad interior para verlos crecer saludables.
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